domingo, 22 de abril de 2012

Primera carta: un café muy diferente…

Esta mañana me levanté con pocas ganas de hacer cosas la verdad. No obstante, me animé a que no podía quedarme en casa todo el día, y esperanzado de poder descansar toda la tarde me decidí de ir a patinar un rato.
Para ser sincero hoy había un evento de "longboarders" en mi ciudad, un evento en el que habría bastante gente y de la cual a casi ninguno conocería. Incluso se podría decir, que en esta clase de eventos destacamos los que ya tenemos más de 25. Es como ir de excursión con los del instituto, aunque, que más da eso, lo importante es pasarlo bien, es desconectar, es simplemente hacer un poco de ejercicio. Cada semana, miles de personas se congregan para realizar carreras populares, y nadie se conoce.
Poco a poco vamos recorriendo nuestra ciudad, en grupos, con calma, pero sin perder de vista a toda esa gente que al vernos se siente curiosamente atraídos para hacer esa foto en la que después pondrán: “ foto de un grupo de frikies que patinaban sin causa alguna”, o aquello de… “esta foto son los punkis de Barcelona, que incívicos!!!!!”. En fin… que cada cual saque su conclusión pero siempre respetando a los demás.
Después de casi dos horas patinando, toca la retirada a comer, ese acto vital que sin ninguna duda, para mí era esencial ya que después del ejercicio físico, el cuerpo pide energía. Pescado con un poco de ensalada y fruta de postre.
Uf, al fin llega la tarde, a descansar se ha dicho.
Diez minutos más tarde, descubro que tengo demasiada energía para ser un domingo. ¿Por qué no empezar entonces la semana? ¿Por qué esperar a mañana si hoy puede ser un gran día? 
Dicho y hecho, preparo la bolsa de trabajo, libros de entrenamientos, libreta de ideas, libreta de apuntes, portátil y como no, disco duro con todo lo de trabajo y lleno de buena música para cargar pilas si bajan las fuerzas. Me pongo el casco y salgo a buscar en plena tarde de domingo una mañana de lunes, en algún lugar donde todo el mundo comería un jueves, cenaría viernes y merendaría un sábado.
Dudo entre dos, que hago! Me la juego y curiosamente creo que acierto plenamente. Llego a ese sitio que para muchos es demasiado, para mi es simplemente "La Demasié". Espero en una mini cola que todo el mundo conoce y veo como una camarera se desespera con una mujer que pide una ensalada, pero que a pesar de darle la que pide no la quiere porque quiere una ensalada. Parece una tontería la verdad, pero en realidad lo es!
Al fin me toca, un café con leche y un croissant de chocolate blanco.
Curiosamente, encuentro un lugar privilegiado libre, una de las esquinas del bar, está libre y además tiene enchufe para el ordenador. ¡Corre! Me siento y empiezo con una foto y a compartirlo con todos los que no hayan querido o podido venir. Ellos se lo pierden.
Es increíble todo lo que se puede hacer sentado en una mesa cuadrada de no más de 80cm, un café con leche y un croissant. Saco el libro de la maleta, las libretas, el estuche y me dispongo a empezar cuando de repente todo cambia.
¿Por qué no escribir en vez de leer o de trabajar? ¿Por qué no empezar un lunes de una nueva etapa con un nuevo proyecto? Guardo todo, saco mi portátil y simplemente empiezo a escribir la primera carta del café.
Miro a mi alrededor, delante una pareja con una amiga común y una preciosa niñita de no más de un añito que mira a su alrededor sin ser consciente del entorno que la rodea. Más allá un grupo se sienta a tomar unos cafés, unas cervezas y charlar de los tiempos mozos. Al lado una pareja de ancianas charlan de todo y de nada con un café y un álbum de fotos antiguas, donde quien sabe que imágenes se podrán ver.
Sigo girando mi cabeza, llego a una mesa redonda vacía que seguramente no tardará en volver a estar llena, antes de su silencio, en ella se reunían cuatro chicos con las más curiosas pintas, y a los que estoy seguro más de uno se habrá girado para mirarlos. A ellos no les importa, y eso es de admirar.
Acabo de girar mi mirada y encuentro una pareja en la mesa de la esquina contraria a la mía, es una mesa curiosa, pequeña, redonda con una lámpara cerca, un poster de hace años donde se anuncia mediante una mujer en paños menores las “Hot Cookies”. Ese rincón tiene un cierto aire a añejo que desde luego incita la meditación. Me gusta esa mesa, pero no tiene enchufe.
Para acabar, el núcleo central de este increíble lugar, una mesita junto a otra un poco más baja al lado de la chimenea. Ese punto es increíble! Escoltadas por dos sofás blancos, y vigilada siempre por el monstruo de las galletas en su versión más artística, ese sitio siempre es el lugar para venir con amigos y pasar una buena tarde de risas, recuerdos y buen rollo. En ella, dos hombres y dos mujeres hablan de alguna cosa aparentemente seria, aunque de tanto en tanto sueltan una carcajada. Quizás con ella aspiren aire de renovación.
Ya se han vuelto a ocupar la mesa de la pareja con la niña pequeñita, que hace rato que se había ido. Ahora una pareja joven se sienta delante mío, y como no, la mesa donde se centraba la mirada de más de uno ahora está de nuevo ocupada. Esta vez son cuatro señoras que entre risa y risa dan un sorbo al café.
Al ver todas estas situaciones, me imagino de que hablan en cada mesa, hago en mi mente mini películas con cada una de ellas en las que a veces veo dramas, en otras ocasiones ficción, en otras amor o simplemente comedia, e incluso a veces, cine mudo. Y me dicen que nunca voy al cine! Lo que pasa es que no pago por ver a los actores de Hollywood, prefiero a la gente de a pie que siempre son mucho más expresivos y más realistas en sus interpretaciones que cualquier actor con su doble en las escenas de acción y donde los efectos especiales no permiten saber que es real o que esta creado a través de un ordenador.
Poco a poco voy haciendo zapping, algo que sin duda me gusta y poco a poco voy intentando ver como cada uno de esos actores como me ven. Poco a poco, voy creando imágenes de mi mismo con las que intento ver desde más puntos de vista lo que yo veo desde uno solo, y así con calma, pero sin pausa, voy haciendo más grande mi propia visión, mi propio yo. Así poco a poco voy soñando despierto, para convertir esos sueños conscientes en objetivos y esos objetivos en realidades.
Es increíble que entre todo este bullicio yo encuentre silencio y momentos en los que poder recrearme, en los que poder pensar, en los que poder escucharme y aprender a ser mucho más grande, o en los que simplemente decida empezar esta semana en domingo.