domingo, 31 de marzo de 2013

Décimotercera carta: un café sin Simon ni apps...

La verdad es que es curioso como en el devenir de las últimas semanas, mi vida se ha ido configurando entre billetes exprés, pasos que aún no se a donde me llevaran, emails en inglés y un continuo cambio emocional, el cual pasa día a día por cada uno de los estadios en los que me podría encontrar en situaciones de lo más variopintas.
Hace dos días llegue a Londres Luton en un avión que tanto a un famoso profesor de canto de cierto “reality”, su amigo, ambos músicos y productores, pero sobretodo, personas muy lejos de los aires de fama de los que tanto presumen otros, y junto con algunas otras personas que nos encontrábamos entre el pasaje, entre los que me incluyo, parecía un bus del colegio cargado de hormonas revolucionadas creando reacciones similares a lo que ocurre al mezclar ciertos caramelos blancos redondos y de sabor mentolado con cierta bebida carbonatada de color negro y etiqueta roja. En mi época los créditos de síntesis eran algo más económicos, cercano y aburrido la verdad.
Mi llegada al reino unido fue más suave de lo que me esperaba. Por los comentarios recibidos, yo me prepare para enfrentarme a un temporal antártico, ya que, según dicen, los ingleses no suelen ser ni amables, ni cálidos. Por el momento y desde un pasotismo no fuera de lo que ya estoy acostumbrado en Barcelona no veo signos de ventisca, alguna que otra nube pero nada más. Creo que por el momento esto será fácil de soportar.
Mi estancia los dos días siguientes se mantuvo entre Rusia, Chile, Italia, Portugal, California, Australia y el norte de Reino Unido. Supongo que esto no se entenderá, pero es debido a que me he encontrado en una residencia con gente de diferentes ámbitos y diferentes procedencias y la verdad es que a veces no sabía bien de donde eran cada uno. No obstante, todos y cada uno de ellos, un gran descubrimiento.
En teoría debería de decir que hoy me despido por unos días de este país, pero como me quedé sin batería, hoy estoy escribiendo esto desde Barcelona ya, no obstante me centraré todo lo posible y lo imposible por llevaros a mi viaje de vuelta desde Gatwick Airport y el Garfunkel's.
Después de despertarme a las 5 de la mañana en una mañana extrañamente soleada en Inglaterra, me arranco una sonrisa y me enfrento al que sería mi primer primer día en mi nueva etapa, y digo primer primer día, porque creí que iba a ser el único primer día, pero resulta que no. Horas más tarde, una revisión médica, una reunión y un bus, de nuevo me encuentro rehaciendo mi maleta y buscando vuelos con destino Barcelona.
La verdad, tampoco ha sido para tanto...
Un tren, un metro, otro tren algo mas ruinoso esta vez, seguido de una lanzadera que parece sacada del mundo del cine, al fin Gatwick Airport terminal Norte. Son cerca de las tres y tengo un hambre considerable, así que paso el control y busco aquello por lo que merece la pena pagar algo más de diez libras. Veo el Garfunkel's, pienso en donde estará Simon, y me decido por un plato de maravilloso y crujiente "Fish & chips" con un poco de puré de guisantes y salsa tártara. Como siempre que lo he pedido. Un acierto.
Mientras espero, veo a través de una enorme cristalera las pistas por las que los diferentes aviones van circulando sin parar. Ya llega mi comida y con ella un matrimonio, una niña y dos niños se sientan en una mesa cercana.
Yo como siempre al ver la curiosidad de uno de los niños entablo conversa con lo que muchos clasificarían de muecas, carantoñas o incluso hacer el tonto, pero que para mí es comunicación de los más sofisticada e inteligente, y si no es así, ¿que es el PNL?, ¿la comunicación no verbal?, etc...
Curiosamente no dejo de ver cómo tanto padres como hijos, familia en definitiva, se comporta como tal. Y aunque no lo entienda mucha gente, me sorprende y me agrada ver que existen aún familias que mantienen conversas con sus hijos, que se dedican a ellos y que buscan desarrollar vínculos reales. Al menos así entiendo yo lo que veía.
Para mi sorpresa son españoles y adorables, así que les invité a tomarse una lectura cuando llegaran a casa.
Unas horas más tarde, para hacer tiempo, me detengo en una de las cafeterías de moda entre los amantes de Apple y las SH. De nuevo admiro la cristalera enorme, una maravillosa vista.
De repente mis oídos vuelven a escuchar palabras conocidas, esta vez dichas en catalán. Una mujer con sus dos hijas regresan de un fin de semana, imagino que de compras.
Las tres con más aires que la capital de Argentina y con muy poco o nada de buenos, se sientan juntas pero no hablan, de hecho ni siquiera se miran. De tanto en tanto, una de ellas levanta la vista de sus quehaceres digitales para mirar a ver quien las mira. Tres proyectos de un borrón, que se sienten estrellas en una galaxia inexistente, o que quizás esperan hallar vida inteligente donde no la hay.
Sé que las comparaciones son odiosas, pero no puedo evitar sentirme maravillado con mi encuentro murciano, y sentirme avergonzado por lo demás. Al subirme al avión, mas casos con mismo patrón pero diferente barco. Así jamás llegaremos a buen puerto...
Durante años he trabajado con niños y con personas, y si algo he aprendido de cada uno de ellos es que la comunicación siempre es algo esencial, todo el mundo necesita ser escuchado, necesita que le demos la importancia merecida y que les enseñemos que es importante comunicarse con un mundo cada día mas expandido, mas grande y a la vez más necesitado de comunicación, empatía y unión. De qué sirve dar herramientas para el uso de las famosas TIC, si no saben relacionarse con su entorno sin una “app” de por medio.
Por suerte, el mundo esta empezando a reaccionar en este tema y espero que pronto esas semillas empiecen a brotar y dar buenos frutos.
Mientras tanto, gracias a los que aún prefieren escuchar una carcajada, sentir un abrazo o una mirada llena de vida y de mensajes, antes que un emoticono o simplemente un copia y pega de lo que otros en su día supieron decir.

sábado, 16 de marzo de 2013

Duodécima carta: un café "Rouge"...

Si bien, la vida nos regala, en ocasiones, grandes momentos de felicidad rodeados de aquellas personas que nos hacen sentir especiales, permitiéndonos sentir una gran sensación gratificante. No obstante, a veces esa felicidad también la encontramos en algún punto concreto de este maravilloso mundo.
Voy de camino a casa. Música positiva, sol y mis ojos siempre vigilantes, uno mirando mis pasos, el otro mirando mi corazón. Pero de pronto, algo llama mi atención, y quizás por juegos del azar, caprichos del destino o simplemente por no disponer de tarjeta de transporte, no haber encontrado en mi camino ninguna bicicleta pública en las estaciones y gracias a la sincronización de los semáforos, me hayo aquí.
Es maravilloso sentir que algo, por alguna razón, llama la atención de nuestros sentidos y nos brinda la oportunidad de descubrir otro mundo paralelo a esta ciudad que de tanto en tanto, incluso me fascina. En este caso, es la sencillez y la belleza de la madera rustica lo que detiene mi marcha. Observo desde fuera durante unos segundos, y sin saber porque, medio minuto más tarde tengo un café esperándome.
Soy sincero cuando digo que las cartas del café salen de invitaciones de los lugares donde se escriben, pero es cierto que en muchas ocasiones, no es que sean escritas el día que veo el lugar, si no que al ver la magia de un punto, acuerdo una cita para escribir la próxima carta, pero en el caso de hoy, tal y como ha ocurrido con algún otro lugar generalmente especial, no puedo irme. Me ha enamorado.
El lugar es mágico y sé que lo tendré en mi lista de lugares a los que deseo volver en breve y eso que prácticamente me acabo de sentar, de hecho, espero que este café se convierta, como dice su nombre, en "le pain quotidien" de mis semanas.
Al entrar, todo es madera de aire rústico con un color cálido. Una vitrina muestra la variedad de productos de los que disponen y con los que las papilas empiezan a hacer de las suyas. Lo tengo claro, un café con leche para empezar.
Me siento y todo es paz. Suena música clásica de fondo, la cual, parece que quiera abrazar nuestros problemas, hasta dejarlos dormidos haciéndonos sentir libres. Todo parece dulce, agradable y fresco, y aunque es difícil sorprender a alguien con un café con leche, aquí desde luego lo han conseguido, de hecho, me parece maravilloso que el café me lo pongan en un tazón de color rojo intenso, que además, en mi caso, me recuerda aquellos desayunos que se hacia mi abuelo, las sopas de leche las llamaba. Que maravilloso.
Es como si el café fuera una máquina del tiempo que, en mi caso, me lleva a algún pequeño pueblo de la Francia tradicional y rural... Aún recuerdo cuando fui por vez primera a ese país... El silencio, la tranquilidad y la limpieza impregnaba las calles...
Ahora si lo puedo afirmar, este lugar habla. En su interior, todo emana calma, la verdad es que uno no puede dejar de sentirse bien aquí, a pesar del continuo vaivén de la gente, el silencio y la tranquilidad no dejan de estar presentes, y es que para comunicar, no nos hacen falta palabras, para comunicar solo necesitamos transmitir, y de hecho todo nos transmite, constantemente sentimos emociones que nos harán sentir a gusto o no, y no hará falta palabra alguna.
Me acabo de fijar en una pareja de turistas que a pesar de no entender lo que dicen, amablemente se han ofrecido a aconsejarme, qué debo tomar la próxima vez que venga. Comen un gofre belga, cubierto de trozos de fruta fresca y que solo por su aspecto debe de ser algo delicioso en el paladar. Ya estoy deseando volver a por uno.
Estoy seguro que para cualquiera que venga, sentirse feliz no será nada difícil, todo lo que transmite es harmoniosamente bello y tranquilo, invita al ruido, a la tensión, al estrés a quedarse fuera, para que podamos regalarnos unos minutos, o en el caso de que dispongas de más tiempo, unas horas, de una sensación increíble y un café orgánico con sueños de máquina del tiempo.
Yo por desgracia debo despedirme ya de este precioso lugar que Barcelona me regaló, no sin antes devolverle una sonrisa a modo de gracias y un deseado hasta pronto a modo de despedida.
Hasta pronto...