"Próxima estación
Bellvitge", llevaba tiempo sin sentir esa agradable sensación que se tiene
cuando viajamos. Esa sensación de querer llegar ya al destino, de recorrer esos
nuevos caminos que se nos abren, de aprender nuevas historias y nuevos
conocimientos, de sentir nuevos sabores y olores y observar nuevas vistas. En
definitiva, de descubrir otro mundo.
Es temprano, el sol
entra por los cristales creando un clima muy cálido, agradable, perfecto. Mi café,
sentado a un lado, se va removiendo con el vaivén del tren, movimiento que, como
en la mecedora, alimenta las ganas de soñar. Así que, sin dudarlo, ambos
decidimos empezar a disfrutar.
El paisaje corre veloz
a nuestro lado, no quiere dejar a los ojos de los viajeros sin nada que
observar. A cada lado, campos con denominación de flores muy poco valoradas por
su aspecto, pues su belleza esta en su interior, en su sabor, pero aún así,
para mí, son igualmente bellas.
Poco a poco voy acercándome
a mi amado mar y me voy alejando de los llanos, llegamos a la costa del Garraf.
La pequeña costa brava de Barcelona, o así la veo yo. Macizos de cierta altitud
que bañan sus pies y sus faldas en el gran salado, mientras observan las
estrellas en la noche y los amaneceres en el nacer de un nuevo día. Como les
envidio.
Es curioso como en este
tramo, el trayecto me recuerda el viaje que hace el hilo de la aguja, a través
de la tela. Voy de túnel en túnel, de la máxima claridad a la noche,
alternancia que parece querer coser las vistas para que no se marchen. Cuanta
belleza.
Llegamos a Garraf, pero
esta vez al pequeño pueblo lleno de magia. Su encanto añejo lo hace así,
mágico, especial, y todo gracias al cobijo de la piedra, de la montaña, que lo
protege y lo mantiene en su esencia.
Seguimos cosiendo y
se que pronto llegaré a mi destino, Sitges ya quedo atrás. Pero no me
entristece, sé que pronto podré descubrir un nuevo mundo. Conoceré nuevas culturas,
costumbres, pensamientos y personas que indirectamente, sin saberlo, me harán
mas persona a mi también. Es por ello, que siempre les estaré agradecido y es
por ello que me siento tan bien, porque quien te tiende una mano siempre es
amigo, porque quien no pide siempre recibe, y yo sin pedir me siento el hombre
mas afortunado del mundo, porque el mundo siempre me ofrece algo por descubrir,
cafés para leer, destinos a los que viajar y nuevas vistas que observar, haciéndome
mas humano y mas feliz.