Un año ha pasado desde mi última publicación. Un año lleno
de experiencias, lleno de momentos buenos y no tan buenos. Un año repleto de
historias que pasarán al olvido o serán pasto de las sobremesas. En cualquier
caso un año de silencio necesario para reflexionar.
Me encuentro en Juriquilla, México, a 9498km de mi casa, y
hoy simplemente he pedido un café. Un café solo con azúcar. La mesa es metálica
y fría, la silla de jardín y mi vaso blanco me acompaña mientras observo el
panorama de alrededor. La verdad no hay mucho que contar, un centro comercial
donde gente de bien pasea arriba y abajo. Delante, una mesa con madre e hija de
origen extranjero.
La verdad es que después de un año, debería de querer contar
tantas cosas que no tendrían cabida una única carta, pero debo reconocer que es
por el momento y no por el que querer contar, que nacen estas cartas. En su
inicio, no eran más que una manera de salir de aquellos momentos en los que nos
cuesta a veces salir, y deben seguir así, a pesar de que no las use con la
misma frecuencia.
El café aún quema y sigo teniendo sueño. Silencio en mi
cabeza.
Hacía tiempo que no tenía miedo de sentirme solo, quizás
porque en este tiempo me he sentido más arropado de lo que me podría imaginar,
pero ahora, a esta distancia, siento de nuevo un frio especial, un frio que es
mas gélido que el de cualquier invierno. Un frio que aterra incluso al más
valiente y yo no soy valiente, y echo de menos un abrazo.
A pesar de todo, a pesar del miedo, del frío, del dolor
tenue en los huesos y músculos de mi cuerpo todo tiene fecha de caducidad y
todo acaba volviendo a la normalidad, a nuestra normalidad, porque queramos o
no, la decisión de donde colocamos nuestra zona de confort, de donde están
nuestros radios de acción, de donde puedo y donde no puedo incidir depende de
nosotros y de nadie más.
Sorbo de café y la cafeína ya está aquí.
Mi trabajo me brindó una nueva aventura y a pesar de que no
sea la aventura soñada, a pesar de que seguramente los caminos que se inicien a
posteriori no sean los deseados o tal vez sí, a pesar de todo, la aventura debe
vivirse por igual, y sé que habrán más y mejores azañas, habrán millones de cuentos
para contar, historias para revivir y nuevos mundos a explorar. Lo único que
deseo es no dejar de vivir los abrazos que me protegen de mis miedos sea donde
sea que los necesite. Mientras tanto, me acabaré mi café solo con azúcar, solo
y en busca de los caminos que me lleven a las sendas que recorro junto a ti,
los dos juntos.
Siempre.