lunes, 27 de enero de 2014

Vigésimo segunda carta: un café idílico...

Hoy me desperté tarde. Aunque no dormía, pero es que a veces sin quererlo soñamos despiertos y siempre nos dirán que es una tontería, por ejemplo soñar que se puede volar y cuando abres los ojos, ver y descubrir que no tienes alas.
Es entonces cuando algunos serán capaces de reinventarse y construir nuevos objetos con tal fin, aviones, propulsores, etc..., pero en realidad tu pilotaras el objeto y simularas estar volando, pero jamás podrás batir tus alas.
Hoy es de esos días en los que sin despertar, descubrí que soñaba despierto que podía volar, pero se, que yo, aún no tengo mis alas. Así que acepto que mi viaje será andando, a pie, y siempre con una sonrisa en mi rostro y con paso lento pero constante.
Esta tarde el viento soplaba fuerte en la calle, pero me dispuse a recorrer nuevas sendas. Maravillado, me detengo un instante para escuchar el sonido de un piano en el que una dulce y triste armonía (música de la que ya nació un desvarío).  Me adentro en el corazón de un barrio con mucha gracia, paseando, recorro calles peatonales, plazas llenas de vida, y cuando creo que mi rumbo debe cambiar, veo un tablero de ajedrez dibujado en el suelo de un café.
La luz dentro es tenue y difusa, todas las mesas son de madera vieja y mármol, las sillas de madera y con aspecto añejo y en algunos rincones un par de sillones con tapizados florales y un banco lleno de cojines.
La gente parece dedicar su tiempo al lugar, se van incrementando el número de integrantes en cada mesa y nadie parece tener la menor intención de salir.
Me asombro al ver algunos elementos de decoración, en las mesas antiguas botellas de sifón, en la estantería justo detrás de la barra se puede ver el amplio abanico de color que ofrece una luz inteligentemente colocada detrás de las numerosas y variadas botellas de vidrio. Combinación perfecta con el elegante blanco y negro de todo el local. Y coronando en lo alto, se lee el nombre del lugar, "Café Pages".
Miro a mi alrededor y parece que cada rincón quiera esconder un mini espacio diferente. Leo un sorbo del café y sigo buscando sueños, y al ver de nuevo el suelo, no puedo dejar de imaginarme una inmensa partida de damas o ajedrez. Unos en ataque, otros en defensa, otros miran la partida con cara de asombro mientras otro aplauden con entusiasmo las estrategias más arriesgadas...
En cualquier caso, es de sensatos saber que debo volver a la realidad, debo dejar el ajedrez para otro momento ya, y proseguir con mi camino, pero no sin antes animar a todo el mundo a querer jugar. Debe dar igual el juego o el objetivo, a veces solo por el hecho de querer jugar una partida, de participar en ella, de querer disfrutarla junto a alguien, se crea el momento idílico en el cual, el juego, la ficción o el sueño se acaban convirtiendo en realidad.

Yo mientras, agarraré mi mochila y me la cargaré al hombro para partir en busca de juegos que compartir y de las plumas que tanto necesito para mis alas... Buenas noches.