Hoy me siento en uno de los sitios más curiosos del paraíso
en el que me encuentro, y es que el “Titicaca” no solo es un lago
internacionalmente conocido, sino también el punto de encuentro de las gentes
de Berria Beach.
La verdad es que el sitio tiene su encanto. Una caseta de
madera, unas lonas para proteger de la lluvia y del viento y una maravillosa
pagoda de bambú y hojas de palmera en la que de tanto en tanto se hacen
actuaciones de todo tipo y donde, por su aspecto, en cualquier momento podría
aparecer un grupo de maoríes recreando su famoso baile de guerras.
Desde luego, hoy quizás no sea el mejor día para ir a un
lugar así, hace frío y llueve, pero que más dará el momento, hoy, por vez primera
“El Titicaca” me invitó a sentarme y tomarme un café y aquí estoy.
Me siento entre turistas y locales, algunos asiduos de este
lugar y que se han visto medio obligados a refugiarse de la lluvia aquí. Otros
en cambio, parecen obcecarse en ir a la playa independientemente de las
inclemencias del tiempo, quizás con la esperanza de que un atisbo de luz solar,
coloree sus blancas espaldas. Yo la verdad, admiro esa esperanza y cada día
deseo con ansía ese rayo de sol que me de energía y porque no, en cierto modo
aire fresco.
Tiene gracia, escribo haciendo referencia a esa esperanza de
sol y asoma tras las negras nubes del cielo.
Quizás esta carta sea diferente a las demás, no solo por
escribirla en un lugar tan curioso como pueda serlo un chiringuito de playa
(cosa que por otro lado, ya tenía ganas de hacer), pero la principal diferencia
que quiero destacar, es sin duda, que en esta carta comparto la mesa con más
gente. Y eso hasta ahora no había ocurrido nunca.
Algunos hablan, otros sencillamente toman sus bebidas
mientras divagan. Pero es curioso como entre ellos, una persona mira con cara
de asombro, como mi mano no cesa en su deseo de escribir esta carta. ¿Qué será lo
que estará pensando? No lo sé, quizás luego se lo pregunte, lo que no puedo
evitar es ver como su mirada asombrada parece querer decir muchas más cosas, y
es que a veces, no vemos que la gente pueda ser diferente, que puedan ser
escritores de unas cartas en un blog o que puedan tener costumbres o aficiones
raras, pero ¿y por qué no tenerlas? A veces, esas personas que nos asombran son
portadoras de renovación, de esperanza, son quienes sin saber cómo ni porque,
nos hacen replantearnos las cosas, nos tiran lo que creíamos cierto y nos
enseñan que no todo es como hasta ahora, que a veces, la galerna o el levante,
traen aire fresco. Entonces, ¿porqué no respirar fuerte cuando llega? Siempre
viene bien. Y si encima vuelve a salir el sol como cada día, mejor que mejor.