lunes, 30 de julio de 2012

Cuarta carta: un café con aire fresco...

Si bien aire fresco es una expresión que en los últimos meses he repetido por activa y por pasiva, entonces, ¿Por qué no hacer al fin un café con aire fresco?
Hoy me siento en uno de los sitios más curiosos del paraíso en el que me encuentro, y es que el “Titicaca” no solo es un lago internacionalmente conocido, sino también el punto de encuentro de las gentes de Berria Beach.
La verdad es que el sitio tiene su encanto. Una caseta de madera, unas lonas para proteger de la lluvia y del viento y una maravillosa pagoda de bambú y hojas de palmera en la que de tanto en tanto se hacen actuaciones de todo tipo y donde, por su aspecto, en cualquier momento podría aparecer un grupo de maoríes recreando su famoso baile de guerras.
Desde luego, hoy quizás no sea el mejor día para ir a un lugar así, hace frío y llueve, pero que más dará el momento, hoy, por vez primera “El Titicaca” me invitó a sentarme y tomarme un café y aquí estoy.
Me siento entre turistas y locales, algunos asiduos de este lugar y que se han visto medio obligados a refugiarse de la lluvia aquí. Otros en cambio, parecen obcecarse en ir a la playa independientemente de las inclemencias del tiempo, quizás con la esperanza de que un atisbo de luz solar, coloree sus blancas espaldas. Yo la verdad, admiro esa esperanza y cada día deseo con ansía ese rayo de sol que me de energía y porque no, en cierto modo aire fresco.
Tiene gracia, escribo haciendo referencia a esa esperanza de sol y asoma tras las negras nubes del cielo.
Quizás esta carta sea diferente a las demás, no solo por escribirla en un lugar tan curioso como pueda serlo un chiringuito de playa (cosa que por otro lado, ya tenía ganas de hacer), pero la principal diferencia que quiero destacar, es sin duda, que en esta carta comparto la mesa con más gente. Y eso hasta ahora no había ocurrido nunca.
Algunos hablan, otros sencillamente toman sus bebidas mientras divagan. Pero es curioso como entre ellos, una persona mira con cara de asombro, como mi mano no cesa en su deseo de escribir esta carta. ¿Qué será lo que estará pensando? No lo sé, quizás luego se lo pregunte, lo que no puedo evitar es ver como su mirada asombrada parece querer decir muchas más cosas, y es que a veces, no vemos que la gente pueda ser diferente, que puedan ser escritores de unas cartas en un blog o que puedan tener costumbres o aficiones raras, pero ¿y por qué no tenerlas? A veces, esas personas que nos asombran son portadoras de renovación, de esperanza, son quienes sin saber cómo ni porque, nos hacen replantearnos las cosas, nos tiran lo que creíamos cierto y nos enseñan que no todo es como hasta ahora, que a veces, la galerna o el levante, traen aire fresco. Entonces, ¿porqué no respirar fuerte cuando llega? Siempre viene bien. Y si encima vuelve a salir el sol como cada día, mejor que mejor.

miércoles, 4 de julio de 2012

Desvariando con tres azucarillos

A veces, las personas nos pueden parecer poco racionales, poco serios, algo desalentadoras o incluso personas ingratas por sus apariencias. Cuánto daño nos podemos llegar a hacer si no somos capaces de entender que hay mucho más de lo que un maquillaje, un peinado o una marca pueden aportarnos como personas.
Por suerte para mi, en estos últimos días he podido conocer a gente maravillosa de diferentes lugares de nuestro planeta, y me siento muy feliz por ello. Desde luego, hasta el día de hoy, he tenido el privilegio de poder conocer más profundamente a los que hoy llamaré mis tres azucarillos. Y me gustaría poder compartirlos con todo el mundo, a pesar de que mucha gente no sabría valorar ni una mínima parte de lo que realmente son.
Mi primer azucarillo tuve el privilegio de conocerlo hace unos meses. Qué decir…, la verdad es que solo con su mirada ya lo dice todo, energía, alegría, color, todo lo que desprenden sus ojos puede definirse como belleza y vida. Es genial poder mirar a esos ojos azules y saber que entre los azucarillos de mi café ellos estarán ahí para enseñar y escuchar.
Mi segundo azucarillo es alguien totalmente diferente a mí, aunque a veces pienso que solo en apariencia. Es cierto que no hace falta compartir un idioma a la perfección para entenderse perfectamente con alguien y creo que en este caso, se ha cumplido. El mar puede unir culturas mediante los barcos por ejemplo, pero las ganas de aprender y de escuchar muchísimo más aún.
Mi tercer azucarillo es sin duda mi loquita preferida. Entre azul y gris, entre locura y felicidad exagerada. Energía allá donde va y desbordante en cuanto a sonrisas. Todo lo que se acerca a ella, siente que recibe su luz y por ello, creo que todos somos como girasoles buscando el calor del gran astro.
La verdad es que los días siempre empiezan bien cuando tengo mis tres azucarillos cerca para darme energía, felicidad y sobre todo cuando puedo disfrutar de sus conocimientos. Este desvarío es un poco diferente a todo, pero no deja de ser un desvarío, pues comparar a tres personas con tres azucarillos no se puede considerar otra cosa. Pero me alegra poder compartir esto con ellos y espero poder hablar de más grandes descubrimientos en estas nuevas etapas de mi vida en la que el aire fresco me alienta y en la que el mar está día tras día conmigo.