domingo, 24 de febrero de 2013

Undécima carta: un café con teína y flow...

Hoy el día es curioso, creo que por primera vez voy a escribir una carta del café en un restaurante y no solo eso, tal y como se puede deducir en el nombre en vez de café en esta carta veré que me cuenta un té.
La verdad es que llevo tiempo sin dedicar unos minutos de mis días a escuchar lo que me dicen los cafés que me tomo a lo largo de la semana y eso creo que me ha llevado a estas semanas tan modulantes, emocionalmente hablando y en las que creo que me he ido dejando interesantes reflexiones allí por donde he pasado. Así que creo que es necesario dedicarle unos minutos a este té y ver que me cuenta...
El sitio donde me encuentro es para mí un restaurante mágico, a pesar de pertenecer a una cadena de restaurante, cosa que normalmente no se asocia a calidad, normalmente, no siempre.
En este caso concreto, reconozco que todo tiene algo, todo tiene como casi nos podría decir su nombre un don, que convierte unos simples fideos, unas verduras en tempura y un postre de banana y chocolate en algo completamente único. Me asombra la sencillez que se desprende por todas partes, aportando un aire cosmopolita no solo por la cantidad de personas de diferentes etnias y entornos que en él se suele encontrar, sino también por el hecho de que no hay separación entre comensales en la mayoría de ocasiones, ofreciendo en algunos casos la oportunidad de establecer nuevas relaciones.
En una frase, yo lo presentaría como la definición perfecta de cosmopolita.
Siempre que puedo me gusta destacar las historias que se pueden ver en los lugares donde leo mis tazas, en este caso de té, pero aquí sería imposible solo escribir una carta con tantas historias, ya que, del mismo modo que en una parada de metro de una gran ciudad, la gente va y viene a velocidad de vértigo.
No obstante sí quiero destacar un aspecto que creo que es diferenciador de este punto en las glorias de Barcelona, y es el gran optimismo y tranquilidad que transmiten sus empleados, creo que en pocos restaurantes he podido sentir un clima tranquilo y positivo a pesar de estar abarrotado.
Voy a dar un sorbo al té bombón naranja que me han traído y a ver qué descubro en su aroma y su sabor...
En los últimos días es curioso como hay una palabra que me han dicho con extraña asiduidad, "flow". Y parece que haya cambiado de tema, pero soy sincero cundo digo que no sé porque pero en este sitio las cosas parece que fluyen sin esfuerzo. Porque, ¿de qué hablamos cuando hablamos de fluir?
Según me comentó una entendida en el tema, aquello que provoca flow es algo que fluye y que nos aporta un estado de paz, de felicidad, a pesar de requerir un esfuerzo, pero al sentirnos tan bien, al sentirnos fluyendo, dejamos de lado el esfuerzo que nos supone aquello que nos hace fluir.
Si este flow lo encontramos en todos los aspectos de nuestra vida, cosa nada fácil, pero no imposible, entonces quizás encontremos que nuestra felicidad fluye con mayor fluidez. Cuanto fluir...
Y como a principio de esta carta ya he dicho, esta semana me he ido dejando reflexiones por el camino, quiero regalaros una que si os planteáis aunque sean solo unos minutos puede que descubráis algo muy bueno, y es que el único sentido en que avanza y fluye la felicidad es de adentro hacia afuera, nunca a la inversa, aunque todavía exista una gran creencia de lo contrario. La felicidad siempre fluye de adentro hacia afuera porque solo tú puedes sentir el flow de tu propia vida y será así como poco a poco irás sintiendo pequeños instantes donde las emociones positivas te vayan alegrando los días y donde la luz salga de ti para aportar luz a los demás. Así que, fluye, se feliz y si puedes regálate un café y una carta...

lunes, 11 de febrero de 2013

Décima carta: un café y un toque de Alabama...

La verdad es que este sitio en el que hoy me encuentro. me encanta precisamente por ser tan diferente a lo que nadie entendería como un lugar donde un café o una infusión pueda contar una historia.
Estoy en mi norte, en mi Cantabria querida, aunque seguramente no esté ahí en el momento en que se publique esta carta, y estoy sentado tomando un excelente café en un bar de lo más atípico para tal fin.
Para empezar, su nombre el cual, a pesar de conocer su significado, parece sacado de un submarino o de una marca de caviar ruso, SHAKTALE. Desde luego, le pegaría a cualquiera de las dos opciones.
Dentro, música rock en todas sus espléndidas variantes, futbolín y dardos y cinco sofás color naranja de extrema comodidad. Algo un poco atípico tratándose del tipo de bar que es, pero..., ¿qué lo es?
Por desgracia para nosotros, para el ser humano, es difícil eliminar todas las etiquetas que desde pequeños nos enseñan a ir colocando a aquello que es ajeno a nuestra manera de entender la vida o de ver o hacer las cosas. Tendemos a marcar las características de un determinado grupo y asociarlas entre ellas ya que nuestro cerebro luego tardará menos en procesar la información (aunque no lo creáis, es muy vago). Pero este maravilloso sistema de clasificación, en muchas ocasiones, puede no permitirnos disfrutar plenamente de aquella persona, lugar o cosa que hayamos etiquetado e incluso en algunos caso, no nos permitirá descubrir el tesoro que podría albergarse en su interior.
Por ejemplo, este lugar, un bar "rockero", asociado siempre a melenudos, cerveceros, borrachos, gandules, inmaduros, desaliñados, maleducados, etc... ¿y todo porque? ¿por qué defienden una indumentaria? ¿Por qué no son como el resto? ¿Porque tienen un criterio propio que les diferencia? ¿Por qué no escuchan música, más bien ruido?
Esos criterios de clasificación no tienen ni pies ni cabeza.
Yo pienso que se puede aprender y mucho del mundo que nos rodea y es diferente de nosotros, si somos capaces de verlo todo sin etiquetas, sin marcar o encasillar a la gente cuál animales. ¿acaso somos ganado? Si es así, prefiero los animales salvajes.
Es cierto que a pesar de los miles de similitudes que a tenemos con el mundo que nos rodea, existen también millones de combinaciones posibles y evidentemente no siempre vamos a ser idénticos, nunca estaremos de acuerdo en todo, y en eso sí tenemos que estar todos de acuerdo. Pero lo que yo planteo es, ¿por qué solo disfrutar de los pocos grupos con los que me siento afín? ¿por qué no abrirnos a el resto de grupos, etnias, tribus, etc...?
Seamos por una vez capaces de crear una similitud que pueda ser universal, acabemos con las etiquetas. Yo creo que por ser banquero, albañil o presidente, no hacen falta ni etiquetas ni darse aires, ni aparentar nada que no se es. Abramos los ojos y veamos el mundo tal cual es, no porque tenga el pelo largo y vaya de negro tiene que ser un individuo raro o deba excluirlo de mi lista de personas gratas. De hecho, puede que en su interior haya un diamante y jamás podrás apreciarlo si te niegas a descubrirlo, y será entonces, cuando tú te pongas la etiqueta de ser un ignorante, de ser el que no quiere aprender.