lunes, 11 de febrero de 2013

Décima carta: un café y un toque de Alabama...

La verdad es que este sitio en el que hoy me encuentro. me encanta precisamente por ser tan diferente a lo que nadie entendería como un lugar donde un café o una infusión pueda contar una historia.
Estoy en mi norte, en mi Cantabria querida, aunque seguramente no esté ahí en el momento en que se publique esta carta, y estoy sentado tomando un excelente café en un bar de lo más atípico para tal fin.
Para empezar, su nombre el cual, a pesar de conocer su significado, parece sacado de un submarino o de una marca de caviar ruso, SHAKTALE. Desde luego, le pegaría a cualquiera de las dos opciones.
Dentro, música rock en todas sus espléndidas variantes, futbolín y dardos y cinco sofás color naranja de extrema comodidad. Algo un poco atípico tratándose del tipo de bar que es, pero..., ¿qué lo es?
Por desgracia para nosotros, para el ser humano, es difícil eliminar todas las etiquetas que desde pequeños nos enseñan a ir colocando a aquello que es ajeno a nuestra manera de entender la vida o de ver o hacer las cosas. Tendemos a marcar las características de un determinado grupo y asociarlas entre ellas ya que nuestro cerebro luego tardará menos en procesar la información (aunque no lo creáis, es muy vago). Pero este maravilloso sistema de clasificación, en muchas ocasiones, puede no permitirnos disfrutar plenamente de aquella persona, lugar o cosa que hayamos etiquetado e incluso en algunos caso, no nos permitirá descubrir el tesoro que podría albergarse en su interior.
Por ejemplo, este lugar, un bar "rockero", asociado siempre a melenudos, cerveceros, borrachos, gandules, inmaduros, desaliñados, maleducados, etc... ¿y todo porque? ¿por qué defienden una indumentaria? ¿Por qué no son como el resto? ¿Porque tienen un criterio propio que les diferencia? ¿Por qué no escuchan música, más bien ruido?
Esos criterios de clasificación no tienen ni pies ni cabeza.
Yo pienso que se puede aprender y mucho del mundo que nos rodea y es diferente de nosotros, si somos capaces de verlo todo sin etiquetas, sin marcar o encasillar a la gente cuál animales. ¿acaso somos ganado? Si es así, prefiero los animales salvajes.
Es cierto que a pesar de los miles de similitudes que a tenemos con el mundo que nos rodea, existen también millones de combinaciones posibles y evidentemente no siempre vamos a ser idénticos, nunca estaremos de acuerdo en todo, y en eso sí tenemos que estar todos de acuerdo. Pero lo que yo planteo es, ¿por qué solo disfrutar de los pocos grupos con los que me siento afín? ¿por qué no abrirnos a el resto de grupos, etnias, tribus, etc...?
Seamos por una vez capaces de crear una similitud que pueda ser universal, acabemos con las etiquetas. Yo creo que por ser banquero, albañil o presidente, no hacen falta ni etiquetas ni darse aires, ni aparentar nada que no se es. Abramos los ojos y veamos el mundo tal cual es, no porque tenga el pelo largo y vaya de negro tiene que ser un individuo raro o deba excluirlo de mi lista de personas gratas. De hecho, puede que en su interior haya un diamante y jamás podrás apreciarlo si te niegas a descubrirlo, y será entonces, cuando tú te pongas la etiqueta de ser un ignorante, de ser el que no quiere aprender. 

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