lunes, 17 de septiembre de 2012

Quinta carta: un café con reencuentros...

Hace ya un par de días que volví de mis andanzas fuera de la ciudad y hoy toca reencontrarse con ella. Pero para reencontrarse hace falta perderse y por ello hoy me he dejado llevar por mis pies y he recorrido las entrañas de una ciudad estresante en busca de un silencio abrumador. Curiosamente lo encontré, lo disfruté y continué mi marcha en busca de lo que había perdido, un nuevo rumbo hacia algún destino distinto donde mi sed se calme.
Me encuentro en la calle mas pintoresca de esta ciudad, una calle donde el negro predomina, donde nada da la nota y donde solo somos una mota de polvo, pero en la que también se pueden encontrar lugares desde luego curiosos, como el Mucci’s, donde con aire tranquilo puedes tomar un té, o comer un trozo de pizza recién horneada. El lugar tiene encanto, las luces son sistemas de tuberías en cuyos extremos se han instalado esas bombillas en la que se ve todo el filamento incandescente y que son de baja luminosidad, pero que a la vez, dan un tono de luz mucho más apacible. El suelo parece sacado de un patio antiguo y todo huele a añejo. Eso me gusta.
Dentro, hay quien come un trozo de esa pizza con tan buena pinta, otros toman café y zumo, una taza y una tetera delatan a su tomador, la verdad es que hay variedad para poder escoger y no sé qué libro leer. Cada persona es una historia y no tengo tiempo para todos, así que creo que me regalaré tiempo para escribir y leer mi propia historia. Quién sabe, lo mismo me reencuentro, así que voy a volver sobre los pasos dados hoy…
Se podría decir que a pesar de haber recorrido cientos de veces el centro de Barcelona, siempre te acaba sorprendiendo de alguna manera, y como no, hoy lo ha hecho enseñándome el lugar donde la paz y la tranquilidad se esconden día a día, el lugar donde el descanso de unos es el recreo de otros, donde el sonido de los coches se cambia por el maravilloso sonido de un caño fino de agua que sale de una fuente, rodeada de arboles llenos de flores que tiñen el suelo de amarillo y verde. Parece que haya viajado a otra época.
Lamentablemente o por suerte, encontrar el camino de vuelta es complicado ya que este paraje inusual se protege de un sequito de callecitas estrechas, todas ellas iguales y que se entrecruzan como si no quisieran permitir el paso a nadie, como si quisieran formar un laberinto entre todas para proteger su corazón. Aun así, yo animo a que lo intentéis y espero que no ceséis en el esfuerzo. Del mismo modo que en la vida, en el trabajo, en el amor o en cualquier ámbito, si dais lo mejor de vosotros, al final siempre encontrareis ese lugar maravilloso donde os espera vuestra paz y vuestra calma y es entonces cuando descubriréis que merece la pena perderse para poderse reencontrar.
Ánimo y a perderse, que el que no quiere perderse de vez en cuando, olvidará quien es. Y si no os encontráis, regalaros cinco minutos, leeros la desorientada, tomaros un café y ver que pasa luego.

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