jueves, 10 de octubre de 2019

Desvariando entre siempre y jamás...

Siempre.

Así fue como terminé la última publicación de este blog hace ya unos años. Debo reconocer que tres años más tarde, muchos aprendizajes, muchos pensamientos y muchas vivencias después, sigo sin entender la facilidad con la que usamos tal palabra, y lo que nos cuesta cumplir con su significado.

Llevo tres años de silencio y no creo que deba volver a redactar lo que antaño fueron las cartas del café propiamente dichas, pero es que como todo, nada es para siempre. Hoy tengo de nuevo la imperiosa necesidad de sentarme delante del ordenador y apretar las teclas sin esperar encontrar una inspiración que me regale la obra magna de mi vida, el poema perfecto a la musa más amada o la certeza absoluta de contar una revelación revolucionaria que nos cambie la vida. Nada de eso. Mas bien siento la necesidad de volver a sentirme tranquilo.

Es curioso como aquello que antaño nos cuesta poco y que creemos estará ahí para siempre, con nuestro día a día, nuestras obligaciones y nuestras fabulosas escusas, lo olvidamos hasta transformar nuestros siempre, en jamas. En tres años, muchos han sido los momentos en los que me he podido parar a escribir, aunque fuera sobre un pedazo de papel, acerca de la maravillosa historia de amor de dos jóvenes en aquel café de Barcelona, o de como tres señoras ríen mientras hacen una sobremesa en un restaurante de la costa brava, o por que no, acerca de aquel grupo de pescadores jubilados, que entre redes y sardinas, fuman de una pipa mientras recuerdan aquellos viejos tiempos en los que ellos también se hacían a la mar sin saber si conseguirían el sustento suficiente para alimentar a sus familias un día mas.

Pero es más fácil pensar en nuestras escusas que en nuestras propias necesidades. Porque quién somos nosotros para complacernos, nadie. Cada día deben de ser otros quienes nos complazcan, quienes nos hagan más felices, quienes nos saluden por la mañana y nos hagan reír, ¿no? Así es como creemos que debe de ser el mundo. Un continuo esperar a que sea otro el que nos regale algo, y si no lo hacen, qué problema hay, así ha sido siempre, jamás nadie ha dado duros a cuatro pesetas.

Pero... ¿y si nadie jamas lo hubiera probado? ¿Y si simplemente siempre hacemos aquello que siempre nos han dicho que se debe de hacer, porque así ha sido y así será? Y así será... para siempre.

Siento deciros que se equivocan. Nada es para siempre.

Probad, no tengáis miedo. Sed vosotros quienes regaléis una sonrisa cada mañana, sed vosotros quienes preguntéis a los demás, ¿qué tal estas hoy? o ¿qué tal la familia?, no esperéis, cambiad el mundo. Salid de vuestras siempre usadas escusas, y posiblemente no volveréis a ver el mundo como siempre lo habíais visto. Pensad que al fin y al cabo no hay mucho que perder pero sí mucho a ganar.
Y si no os funciona, seguid como siempre y recordad que, jamás, cumplimos con su eterno significado.

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