miércoles, 29 de octubre de 2014

Vigésimo quinta carta: Un café con mollete…

Después de haber pasado una de las peores noches de los últimos años, sale un sol que al acariciar mi piel parece renovar toda mi energía, un sol que además de calentar, revitaliza. Y es que tras el día de ayer donde todo iba de la mano del caos, el mero hecho de poder dedicarme  por unos instantes únicamente a mí, ya es más de lo que últimamente me he podido dedicar, y creo que ese pequeño gesto ya es parte de esa sensación de calidez.
Salgo desde la calle “Poeta Cabanyes” de Barcelona, cruzo la que sin duda es la pequeña rambla del barrio de “Poble Sec” y llego al gran paralelo. Empiezo a subir la calle que muere frente a mí, “Compte Borrell”, paso cerca de las grandes obras de remodelación de un mercado con mucha historia, el mercado de San Antonio. Su interior es hueco a día de hoy, pero su estructura se mantiene intacta para poder así preservarla. Su belleza, aún siendo el exoesqueleto de lo que antaño fue, es impresionante, y cada uno de los detalles de su fachada y tejado me parecen pequeños bordados y puntillas cosidas con un encanto y precisión milimétrica.
Sigo subiendo y algo extraño me hace cruzar la calle y detenerme, un pequeño roedor dormilón.
Con solo siete mesas, y unos pocos metros cuadrados, la marmota parece querer ser más bien un gran sueño que no un pequeño café. Dentro sus dos anfitrionas, despachan con una amabilidad una luz y unas sonrisas increíbles.
Sin entender porque, siento cierto recuerdo en mi piel. El color blanco de las paredes junto con algunas cestas de mimbre en las paredes me hace acordarme de Níjar, la tierra de una parte de mi familia. Aquella tierra de poca sombra, mucho sol, arbustos de aspecto mustio llenos de vida, sonido de chicharras, una piscina, caballos…
Al traerme la carta y sentir el acento andaluz y el hecho de poder elegir no solo el ya famoso pan finlandés de centeno traído de la tierra de una de las anfitrionas, si no el mollete andaluz, me ayudan a entender el porqué de mis recuerdos acerca de aquellas visitas a la tierra de las tres cosechas durante mi infancia.
Un mollete andaluz con jamón dulce y menta poleo después, estoy escribiendo esta carta…
Sencillo y sabroso, el mollete es una combinación perfecta entre crujiente y blando, es un pan de sabor suave, bañado con aceite de oliva de sabor intenso. La menta y el poleo son naturales, como el entorno. La música es suave y relajante, la decoración es sencilla, simple y todo en tono madera que combina perfectamente con el blanco y el ladrillo descubierto. Y de repente otro recuerdo de la infancia.
Recuerdo que todos los fines de semana venía a Barcelona a ver a mis abuelos, me quedaba aquí con ellos. Mi abuelo me llevaba al parque por las mañanas, después de comer tocaba siesta y por la tarde yo jugaba en la parte trasera del bar donde trabajaban todo el día hasta que salía para estar por allí haciendo ver que yo también trabajaba, solo que mis tareas eran las de comer patatas y beber zumo... Al cerrar íbamos a dormir a su casa y allí tocaba cenar leche con galletas, mi abuelo se hacía unos de esos cuencos de barro de tamaño inmenso, para mí solo una tacita, pero lo que más me gustaba era el olor de aquella caja de galletas metálica de color naranja con detalles circulares en azul liliáceo y rojo y con un aire muy yeye… ahora la veo en uno de los estantes de este bar como motivo decorativo, y me gusta su aire retro.
Cada vez que levanto la vista veo algo que me hace sonreír en este lugar, es como si en cada mirada algo me transmitiera esa sensación de bienestar que a veces se siente sin entender por qué. Necesitaba volver a sentir esa sensación.
Siempre defino la vida como esa sucesión de mini etapas que van viniendo a nosotros y que nos van transformando día a día en lo que somos, mis últimas etapas me estaban agotando la verdad, no obstante, tal y como siempre creo y confío que así será esta vez también, todo forma parte del aprendizaje, del crecimiento y quizás cada día me humanizo más y considero más cada situación vivida. Tal vez mañana despierte y esto haya sido un día más, tal vez sea una gran lección acerca de la humildad, la sencillez de las cosas, la tranquilidad que nos transmite el volver a recordar nuestra infancia o simplemente todo haya sido un simple sueño que no vuelva a recordar…
El sueño de la marmota…

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