miércoles, 29 de mayo de 2013

Décimo quinta carta: un café con aires de cambio...

No son más de las seis y veinte de la mañana, llevo más de dos horas despierto y mi nueva vida asoma ya por el horizonte, nunca mejor dicho. Me encuentro en el gran aeropuerto de Heathrow, en Londres, camino de Marsella. Lugar donde me espera la que será mi casa los próximos nueve meses.
Después de mover y remover, colocar y recolocar las pertenencias para poder pasar los controles de seguridad, algo llamó mi atención, algo me hizo sacar papel y bolígrafo y empezar a leer.
Me voy a dedicar un último placer en libras en el “The Tin Groose” en compañía de otra portuguesa de mismo nombre que en mi anterior carta, pero con diferente atención a su teléfono, quizás por la hora, quizás no.
Un plato de fruta con yogur, croissant con jamón y queso y un expreso para ella. Para mí, capuchino, que por lo que creo intuir, será una maravillosa película que contar, un croissant pero solo con jamón, un plato de frutas y un zumo natural de naranja. Un desayuno completo para empezar a andar este nuevo camino.
Curiosamente, a pesar de las diferencias, ambos necesitamos energías para este cambio de vida que vivimos, pues ambos caminaremos juntos por motivos parecidos, objetivos relacionados y sinérgicos, y con la confianza de saber que por lo menos, alguien habrá en los malos momentos en los que el camino muestre su cara más cruel y dura.
Si levanto mis ojos, un maravilloso amanecer parece querer pintar de colores el lugar para hacerlo casi perfecto. Todo está decorado con muebles antiguos con telas desgastadas, tonos marrones, verdes, cuadros y rallas. En cada mesa un antiguo libro quiere ofrecer servicio a quienes lo necesiten. El lugar está lleno de todas partes y vacío de cualquier lugar, el silencio de la gente deja paso al hilo musical, que desde luego es el más adecuado y todo entra en un estado de paz increíble. Creo que no podría empezar mejor no solo el día de hoy, si no, esta nueva aventura que empiezo, pues me voy a recorrer los mares una buena temporada. Siempre creí en mi conexión con el mar, pero jamás pensé que llegaría a vivir surcándolo.
En esta carta, creo que no dedicaré palabras hacia quien aquí se encuentra, todos parecen querer salir de una vida para entrar en otra en algún otro lugar, bien por unos días, bien por toda una vida… Parece que todos estamos aquí porque necesitamos alejarnos de algo o porque necesitamos regresar. Yo me alejé de mi mismo y ahora debo acercarme como nunca lo hice.
Curiosamente, el mar y yo siempre tuvimos una conexión especial, algo mágico, y como últimamente me dijeron, debo creer de nuevo en esa magia que siempre está para sorprendernos, y debo creer que el mar será algo especial para mí, será mi magia, como en el pasado ya lo fue. Debo buscar aquello que perdí, aquello que realmente necesito, porque el verdadero motor de todo, el verdadero sino de la vida, es aquello que más adentro llevamos. Jamás dejéis de buscaros, jamás dejéis de sorprenderos y sobretodo jamás dejéis de creer en aquello que os parezca mágico, en aquello que sean vuestras ilusiones, en vuestros sueños, porque aunque os digan que nunca se cumplen, aunque os digan que eso no existe, a veces la magia, la ilusión o los sueños pueden hacernos ver la realidad con otros ojos, e incluso a veces, pueden hacerse realidad.

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